Comete el cuento: historia en el Consulado de Colombia.
- Mariana Vélez Zuluaga
- 7 jun 2017
- 2 Min. de lectura
Cecilia debe tener unos 60 años. Me lo dice su mirada. Pero no me habla sólo de su edad, también me cuenta de su valentía, de sus manos -que son magia y amor- de su coraje, ese que la levanta todos los días y la lleva con sus piernas arrastrando ese carrito hasta la 9 de julio.
La vez pasada que fui al Consulado de Colombia y mi estómago hambriento reclamaba, aproveché para pedirle una arepa de huevo y carne desmechada. También me decidí por tomar un jugo -que me costó elegir el sabor de la fruta porque tenía varios- de guayaba; grande, grande y cuando me dijo el precio me sorprendí (20 pesos). Porque no sólo es barato, es rico, es muy colombiano, pero lo mejor es que lo hace ella. Y todo ese peso de los frascos de jugos -guayaba, mora, lulo, avena-, arepas, ají, los carga ella, ella con su espalda, con sus piernas.
Cecilia arrastra un carrito desde su casa -que queda en el Abasto- hasta la 9 de julio, más allá de Santa Fe. Y entonces mientras me contaba eso, y que hace como seis años está aquí, yo le pedí si se dejaba tomar una foto. -¿Te molesta? Es que, a veces escribo historias; te prometo que cuando la tenga te la voy a mostrar-. Estaba lloviendo y mientras la cámara se mojaba, ella solita, sin que yo se lo pidiera, posaba y sonreía.
Su mirada no paraba de decirme: " soy una mujer fuerte, me caigo, me levanto y sonrío porque no me queda de otra." Confieso que escribirte esto me sacó las lágrimas, porque historias de mujeres como ella me envuelven y me inspiran a escribir. Mal, bien o como sea. Pero hacerlo al fin y al cabo, que es lo que vale.
/Cometeelcuento

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